Pub de ambiente gay en el que perdí mi virginidad anal con unas travestis

Pub de ambiente gay en el que perdí mi virginidad anal con unas travestis. Entonces entré en el pub de ambiente gay en el que me dijeron que había travestis. Allí había, efectivamente, unas cuantas; apenas se adivinaban entre el humo y la oscuridad. Me senté cerca de un grupo, solo en una mesa rinconera apartada.

Pedí una copa y pronto se fijaron en que las miraba con atención. Yo, decidido como estaba a hacer algo por saciar mi curiosidad y mi deseo de estar con un travesti, no bajaba la mirada cuando entre ellas se indicaban mi presencia, y eso las animó a hablarme:

— Hola, me llamo Natasha ¿nos miras mucho tú, no?
— Me gusta miraros, me atraen las chicas como vosotras —dije con clara intención— aunque no he conocido realmente nunca a ninguna. La tal Natasha puso cara de interior y de complacencia, y a continuación de incredulidad, pero finalmente me preguntó:
— ¿Te apetece que nos sentemos aquí un rato contigo?

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Natasha, Dana y la deslumbrante Guadalupe. A mí no me desagradan en absoluto los travestidos que no se caracterizan bien, no tengo ningún prejuicio consciente, pero las que me atraen son las que sí saben parecer una mujer; esa era la fantasma que había decidido buscar: un travestido bien femenino y con genitales masculinos, ese era mi deseo. No pretendo entenderme, ya no; sólo sí que no tengo por qué reprimir mi deseo.

Guadalupe era deslumbrante porque para empezar era guapísima, delicadamente femenina y con un puntito de morbo en la mirada. Tenía unas tetas bien grandes, que me atraían mucho.

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Hablamos todos. Primero vagamente sobre lo que hacía yo allí. Yo fui sincero, así lo había decidido:
— Tengo mucha curiosidad por los travestis. No, no se me ha pasado por la cabeza ser un travesti, no es eso, pero si siento curiosidad por conocer como sois y lo que sentís. Si, si, si creo que me gustan los travestis. Se les iluminó la cara a todas: mi interés sexual las excitaba, pero también influya el hecho de que mi trato era amable y educado, cariñoso. Poco a poco entramos en confianza.

Entre bromas y copas me dijeron muchas cosas que yo desconocía, y descubrí que (afortunadamente) ellas eran «sahe mal» o algo así (shemale), y que eso significaba que se hormonaban pero no se habían operado el sexo. Les confesé mi inclinación precisamente a eso y aquello desató la euforia.

Sentí un estremecimiento inicial cuando Guadalupe me tocó el paquete por debajo de la mesa:
—¿Te sientes bien? ¿Te apetece que nos conozcamos un poco mejor?. Yo percibí que las tres me miraban con extrema expectación.
—¿ Todos juntos?
— ¿Por qué no?
— Bueno, no estoy seguro de poder estar a la altura.
— Tranquilo, todo irá bien. Haremos solo lo que tú quieras.

 

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En el camino a la casa de Natasha y Dana, la excitación me podía. Estaba empalmado, y me desbordaba el deseo de entregarme a las experiencias sexuales que me apetecían sin represión de ningún tipo. Ya en el piso la cosa parecía haberse enfriado de repente porque nadie se atrevía a iniciar nada, pero solo fue un corte inicial: yo estaba decidido a no irme con las manos vacías.

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Pon algo de música bajita y bailamos.

Natasha, Guadalupe, Dana, Dana, Natasha, Guadalupe. Se restregaron contra mi cuerpo y yo sentía sus pechos contra mi cuerpo, también sentían ellas mi paquete, y también sentía yo sus pubis frotándose conmigo.

Me empezaron a desnudar y yo las ayudaba a ellas: sus pechos eran todos bonitos, sobre todo los de Guadalupe. Se quedaron las tres en tanga y se notaba un bultito con su sexo masculino, su polla sin erección, debajo de la braguita y eso era lo que más me gustaba. Me acariciaban el pecho y me acariciaban mí ya durísima polla por encima del calzoncillo.

Dana me empujó hacia la cama. me bajó el slip y empezó a mamar como si le fuese la vida en ello, primero entreteniéndose con el glande, metiendo su lengua por la pequeña hendidura, para luego recorrer lateralmente la altura de mi pene, besarme los genitales y finalmente recorrer con sus labios todos los milímetros de mi polla desde arriba hasta abajo entreteniéndose en girar su boca para darme y darse más placer; creo que lo que más me gustaba era que además emitía gemidos locos de placer: chuparme la polla le estaba gustando mucho. mmmmmmm. mmmmmm. mmmmmmmm.

Mientras tanto Natasha y Guadalupe, a mi lado, me besaban por todo el cuerpo con dulzura y yo les acariciaba sus senos.

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— Que no se corra, debe durar para todas. — le dijeron a Dana, que no me la meneaba con la mano para que no eyaculase. Natasha y Guadalupe se turnaron después con mi rabo, me lamieron por turnos y juntas, me magrearon, me daban pequeños mordisquitos. Guadalupe, de nuevo a mi lado, me empezó a besar en la boca y en la pasión que sentí yo bajé mi mano hasta su paquete, pues yo lo deseaba todo, dar y recibir, y se lo toqué con deseo, a lo que respondió con una mirada de complicidad. Se bajó el tanga y descubrió su pene, más bien pequeño pero se me antojó que bien bonito.

Le toqué sus genitales, era la primera vez que lo hacía a un hombre y me estaba gustando. Y deliberadamente acerqué mi cara a su sexo y la miré como pidiendo permiso. Rio complacida y me metí su pene, su polla, en mi boca, sentí su forma en mi boca y como con su excitación su miembro iba creciendo y tomando dureza dentro de mi boca con cada latido de su corazón.

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Me emocionaba este crecimiento, notar su dureza en mi boca. Entonces tuve un enorme placer al estar haciendo algo «sucio» para otras personas con mi boca pero que quería a toda costa. Sentí todo su volumen entre mi paladar y mi lengua. Fué entonces cuando sorbí como queriendo sacar todo el jugo a mi experiencia. Sentía que me estaba realizando, me sentía tan atraído por penetrar como por ser penetrado. Porque me chuparan como por lamer una buena polla. La masturbé con la mano y la boca y me dijo que parase, que la penetrase antes. Se dio la vuelta y me enseñó su culo, de rodillas con las piernas abiertas. En esa postura se le veía el colgajillo de sus genitales (porque su pene estaba todavía empalmado) y me ofrecía su ano mientras me decía:

— ¿No te apetece follar este culito?

— Claro que sí. — y Natasha ya untaba con vaselina el ano de su amiga mientras Dana me ponía un preservativo. Me acerqué reptando por la cama y miré a las caras de Natasha y Dana. Las transexuales me sonreían aceptando que a todas no podía penetrarlas al mismo tiempo. Puse el glande en su ano y apreté. Nunca había experimentado una sensación tan buena. Por lo estrecho en comparación con la vagina de una mujer el ano de Guadalupe me producía muchísimo placer. Lo sentía con una intensidad enorme y también ayudaba a mi excitación los gemidos de placer y agradecimiento que emitía mi montura.

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Entonces le agarré los pechos que me enloquecían. Y poco a poco introduje toda mi longitud, empujón a empujón, sin saber yo si en el siguiente habría espacio para más. Entonces se me ocurrió incorporarla un poco para agarrarle el pene y masturbarla. Sin embargo su polla estaba ahora flácida, aunque disfrutaba.

Tras un rato así de enorme excitación se interpusieron las otras dos chicas. Me separaron de Guadalupe y boca arriba se posicionó Dana para que la follase. También era una sensación nueva penetrar un culito con una pollita encima del agujerito, y me excitó más si cabe. Quise sentir todo el contacto de su sexo y me tumbé como pude sobre ella. Para entonces, efectivamente, percibir que estaba follándome a una mujer con polla. Ahí no pude más y me corrí, era ya demasiada excitación, pero yo sabía que tras unos minutos podría recuperar toda mi erección. Y entonces quise ser penetrado; manosee los sexos de Natasha y de Guadalupe y les dije en tono meloso:

— ¿Quién quiere mi virginidad anal?

Me tumbaron boca arriba y Natasha me levantó las piernas y me untó de vaselina. Luego se meneó un poco el pene y consiguió una erección muy aceptable y me dijo que si me dolía que lo se lo advirtiese.

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Yo tuve un enorme placer al sentir que me llenaba con su polla mi culo. Poco a poco, que me iba venciendo milímetro a milímetro. Algo de dolor pero poco porque en mis ensoñaciones anteriores yo ya había introducido zanahorias, botes y siliconas en mi culito. Aunque nunca me habían dado por culo de verdad. Se meneaba un poco y yo me moría de gusto. Me decía que me relajase, que si no, no podía seguir, y yo lo intentaba. Pero entones Guadalupe volvió a chuparme y a mamarme la polla. Y me corrí en su boca justo cuando Natasha sacaba su polla de mi culo para derramar su esperma casi en el pelo de su amiga.

Tras un minuto de agradable mareo supe que quería saberlo todo. Sentirme como ellas por un rato, acercarme a lo que una mujer siente cuando es penetrada o cuando chupa un rabo. Tuve la iniciativa y coloqué a Guadalupe sobre la cama boca arriba, la miré con una sonrisa y la dije:

— Quiero darte placer, quiero daros placer a todas, quiero que te corras en mi boca, quiero hacerte feliz, cariño. Ahora te voy a chupar tu falo como mejor sepa, hasta que me sueltes tu esperma, quiero saber a qué sabe, y Guadalupe sonreía.

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Una transcripción en presente de lo que sentí podría ser: «le beso su sexo, así chiquito. Se lo beso repetidamente con cariño, demostrándole que aquí hay deseo y pasión verdaderos. Saco mi lengua y la paso por sus genitales, por su cilindro, suelto toda la baba que puedo para que todo sea más suave, me recreo. Muevo en círculos mi lengua por los surcos de su escroto y luego voy subiendo hasta la punta de su polla. Me la meto en la boca con pequeños avances y retrocesos mientras levanto la mirada y miro su cara, le miro a los ojos para comunicarnos mientras estamos unidos al tener yo dentro de mí su polla en mi boca. Subo y bajo por todo el cilindro.

Ahora le masturbo con la mano para que se corra. «entonces la cosa se completó, lo que faltaba llegó, y yo sabía que iba a pasar sin tener que pedirlo: al ponerme yo a 4 patas a chupar a Guadalupe separaba las piernas para que se viese bien mi ano, para que resultase apetecible. Sentí como dos manos me aferraban con fuerza, como tomándome firmemente, como para que no me fuese a escapar aunque yo no pensaba hacerlo. Me untaron algo más de lubricante y sentí una polla de nuevo en mi culo, pero en otra posición muy apetecible.

¡Y mientras le chupaba la polla a Guadalupe!

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Miré de reojo a un espejo a mi derecha y vi a Dana follándome con ganas. Mi imagen me gustó, era lo que quería. Una experiencia completa, con todos los papeles. Mi culo se llenaba y se vaciaba suavemente ahora. Cuando Dana se retiraba se iba haciendo como un vacío en mi interior para volver a llenarse como si fuesen las olas del mar que iban y venían, muy, muy agradable. Me estaban penetrando por dos partes, en mi ano y en mi boca. En mi culito sólo podía abrirme lo más posible para invitar a Dana a entrar en mí. Luego moverme un poco si acaso, dando placer a mi amor trasero.

En mi boca podía ser más activo, chupar con más fuerza, sorber, menear, exigiendo su leche, su estallido. Ahora era yo el que quería mostrar mi contento y excitar a Guadalupe emitiendo:

—Mmmmmmm, mmmmmmmmmm, mmmmmm, y se corrió en mi boca. Sentí un derramarse en mi garganta, un montón de líquido espeso con un sabor medio ácido y muy peculiar. La cara de satisfacción de Guadalupe me satisfacía a mí.

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Dana también se corrió al ver a su amiga tan contenta y yo subí mi cabeza para mirarla hacia atrás. Y entonces ver como se corría mientras me daba sus últimos meneos. Me vi en el espejo, con un reguero de semen en mi boca y Dana dándome por culo, curiosa y placentera estampa.

Después se empeñaron en vestirme de mujer. Aunque solo fuese para ver cómo me sentía. Pero esa es otra historia que contaré si esta primera parte les ha gustado, ¡hay tanto que contar!!

Fue una noche increíble, ojala se repita.

 

 

 

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